A orillas del río Vltava (Moldava), se levanta la ciudad más importante de la República Checa. Praga, con su extensa historia y su especial ubicación entre oriente y occidente, ha desarrollado un carácter único, mezcla de culturas y tradiciones, que le confieren una armonía esencial y un escenario natural difícil de encontrar en otra ciudad del mundo. Cada año, a sus 1.215.100 habitantes se suma una multitud de visitantes que duplica la población de la pequeña capital.
Existen múltiples medios de transporte para recorrer la ciudad, pero el encanto de sus calles y plazas invitan al turista a pasear y descubrirla por sí mismo.
El origen de la ciudad de Praga se remonta al Paleolítico superior, aunque su primer asentamiento urbano tomó forma en el siglo X. Entonces los eslavos construyeron dos fortificaciones sobre dos colinas opuestas, con el fin de controlar el paso por el Moldava. Su especial ubicación pronto convertiría aquel lugar en un importante centro de intercambio comercial. En torno al año 965, el mercader Ibrahim Ibn Ya’qub escribiría “los rusos y los eslavos llegan de Cracovia, los musulmanes y los hebreos, del país de los turcos, así como los turcos que llegan con sus mercancías, con los mithkal bizantinos y exportan harina, estaño y pieles”. Su desarrollo comenzó a partir del siglo XI, cuando ya se levantaba el núcleo de la ciudad de Praga, la Ciudad Vieja, en torno a la cual crecerían poco a poco los asentamientos de mercaderes alemanes, la ciudad hebrea, la Malá Strana (Parte Pequeña), la Ciudad de San Galo y la primera muralla, edificada por el rey Wenceslao I. En esa época fue tomada como residencia de los reyes de Bohemia, y en el siglo XIV fue la sede de la corte del Sacro Imperio Romano, bajo el dominio de Carlos IV. En estos años, por orden real, el arquitecto eslavo Petr Parler llevó a cabo la construcción del Puente de Carlos. A finales del siglo XIV Praga era ya una metrópoli de cuatro núcleos urbanos y dos castillos, poblada por 50.000 personas de distintos orígenes.
En los siglos posteriores, bajo el imperio de los Habsburgo, la ciudad experimentó un importante desarrollo como centro cultural, político y religioso, que quedaría estancado tras los sucesos de la “defenestración de Praga”, en 1620, que dieron lugar a la Guerra de los Treinta Años. La ciudad fue asediada y saqueada, y tardó decenios en recuperarse. A partir del reinado de Rodolfo II (finales del siglo XVI – principios del siglo XVII) se llevó a cabo una fiel reconstrucción de la ciudad, que durante años fue decorada y embellecida por arquitectos y artistas, en un desarrollo imparable a pesar de las convulsiones políticas que sacudieron Praga durante el siglo XIX. La etnia checa, deseosa por lograr su independencia del imperio de los Habsburgo, construyó importantes instituciones anti-alemanas como el Teatro Nacional y el Museo.
En 1918, como consecuencia de la caída del imperio y la creación de Checoslovaquia, Praga se convirtió en capital de estado. En 1930 la ciudad era ya una metrópoli multiétnica en la vanguardia del desarrollo industrial, capital artística, literaria y arquitectónica, y su población alcanzaba los 850.000 habitantes.
En estos dos últimos siglos la ciudad ha continuado su crecimiento, estrechamente vinculado al mundo germánico y vienés. De él proviene en gran medida la Praga Moderna. De este modo, el estilo neorrenacentista propio de importantes edificios del siglo pasado se debe a arquitectos como Zítek, Schulz, Mocker y Wiehl. El estilo Secese, unión del Jugendstil alemán y la Secession vienesa de los siglos XIX y XX también dejaría su huella en muchas viviendas praguenses de época. Movimientos artísticos como el cubismo, el constructivismo y el funcionalismo encontraron una buena acogida entre los círculos artísticos de Praga, así como es de sobra conocido el magnífico desarrollo de la literatura checa y la intensa producción de música, con destacados nombres como Smetana, Dvorák y Janácek.
Durante el nazismo la ciudad perdió una parte fundamental de su población, la comunidad hebrea, decisiva para su identidad, así como más tarde la comunidad germana también desaparecería, por lo que el carácter multiétnico se perdió para dar paso a una nueva etapa de indiscutible predominio checo. En la actualidad, la ciudad continúa su evolución, y la mezcla de lenguas y culturas se puede contemplar en cada una de sus calles.
A principios del año 2002, Praga convocó un concurso público para la nueva imagen de la ciudad, que incluiría un nuevo logotipo. Este nuevo logotipo so sustituye al escudo histórico municipal sino que pretende proteger a éste de un uso inconveniente y demasiado frecuente. A partir de entonces, la utilización del escudo queda reservada a ocasiones oficiales y actos solemnes. El logotipo utilizado desde el año 2003 mantiene los colores nunicipales: el cuadrado rojo dividido verticalmente po una linea blanca que a su vez divide el nombre Praga escrito en letras doradas en cuatro idiomas distintos.
En estos dos últimos siglos la ciudad ha continuado su crecimiento, estrechamente vinculado al mundo germánico y vienés. De él proviene en gran medida la Praga Moderna. De este modo, el estilo neorrenacentista propio de importantes edificios del siglo pasado se debe a arquitectos como Zítek, Schulz, Mocker y Wiehl. El estilo Secese, unión del Jugendstil alemán y la Secession vienesa de los siglos XIX y XX también dejaría su huella en muchas viviendas praguenses de época. Movimientos artísticos como el cubismo, el constructivismo y el funcionalismo encontraron una buena acogida entre los círculos artísticos de Praga, así como es de sobra conocido el magnífico desarrollo de la literatura checa y la intensa producción de música, con destacados nombres como Smetana, Dvorák y Janácek.
Durante el nazismo la ciudad perdió una parte fundamental de su población, la comunidad hebrea, decisiva para su identidad, así como más tarde la comunidad germana también desaparecería, por lo que el carácter multiétnico se perdió para dar paso a una nueva etapa de indiscutible predominio checo. En la actualidad, la ciudad continúa su evolución, y la mezcla de lenguas y culturas se puede contemplar en cada una de sus calles.
A principios del año 2002, Praga convocó un concurso público para la nueva imagen de la ciudad, que incluiría un nuevo logotipo. Este nuevo logotipo so sustituye al escudo histórico municipal sino que pretende proteger a éste de un uso inconveniente y demasiado frecuente. A partir de entonces, la utilización del escudo queda reservada a ocasiones oficiales y actos solemnes. El logotipo utilizado desde el año 2003 mantiene los colores nunicipales: el cuadrado rojo dividido verticalmente po una linea blanca que a su vez divide el nombre Praga escrito en letras doradas en cuatro idiomas distintos.